Makraff y los hombres-hormiga (V): «Un plan descabellado»

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Esta es una anécdota en partes: la #52 en la saga del Dr. Kovayashi.

—Según cómo se lo viera, el hecho de que ese primer día de sitio hubiera transcurrido sin que cayera una maldita gota de lluvia podía tomarse como desgracia o como fortuna —sentenció el capitán con ademanes gradilocuentes—. El pantano hervía bajo el sol como un espeso caldo de manguruyú. Había burbujas enormes, llenas de metano, que protruían con lentitud la superficie para luego explotar en silencio. El aire en mal estado y la ausencia de viento hacían de la atmósfera un ambiente insoportable. Además, cierto era que las reservas de agua se agotaban y que mis hombres se dejaban vencer por la sed y la desesperanza. Muchos caían dormidos a causa de la deshidratación y la altísima concentración de gases reducidos de nitrógeno y azufre. Podrá usted creerme o no, doctor, pero esa misma falta de agua en las células me iluminó el pensamiento. Los hombres-hormiga también debían depender de diferir agua de lluvia de una estación a otra. Estimando que su población, si bien de menor tamaño corporal que la de los seres humanos, debía ser muchos miles de veces mayor que mi tripulación, y dando por sentado que ese número de criaturas no puede sostenerse con el agua de condensación que cae de los árboles, mi conclusión fue lógica: o se hallaban en serios apuros o disponían de grandes reservas de agua potable.

—Agua en cantidad. Hmmm… Un gran caudal bien orientado resultaría suficiente para desencallar un barco… —dijo Kovayashi, quebrando así un letargo de más de media hora de introspección.

—¡Brillante, doctor! Hubiera apostado la vida de media tripulación a que estas pequeñas aberraciones del demonio poseían una gran reserva de agua; probablemente un embalse en alguna parte de la región.

—Entonces proseguiré con mis suposiciones, capitán. Usted esperó a que se escondiera la luna, tomó dos hombres de su confianza, los armó con pistolas y cuchillos y se aventuraron a los dominios de los hombres-hormiga.

—¡Por todos los Profetas del islam! De haberlo tenido en mi barco, doctor, lo habría puesto al mando de la misión. En efecto, eramos cinco en total los que nadamos en secreto por la sangre podrida. Aún cuando la misión saliera bien, en el mejor de los casos, varios de nosotros moriríamos de alguna enfermedad del pantano.

—Malaria, disenteria, leptospirosis… La selva es implacable.

—Así es. O nos desangrarían las sanguijuelas. Pero fuimos ágiles como anguilas entre los juncos. Llegamos a la costa en el más absoluto sigilo y nos adentramos en dos grupos. Fue fácil encontrar el camino hacia terrenos más elevados ya que la pendiente era notable, más de 5%. En menos de veinte minutos de andar habíamos alcanzado una especie de meseta en la que al tacto descubrimos una pared muy gruesa hecha con troncos de dos metros de altura y revocada con lodo, paja y vísceras de pescado.

—Tal como usted lo había imaginado: una represa.

—¡Y vaya represa! A pesar de la oscuridad, la superficie del embalse reflejaba el fulgor intermitente de las estrellas. La intensidad de esa luz era mínima, pero pude estimar que el área cubierta por agua era de cuatro hectáreas. Si los dos metros de profundidad eran homogéneos, liberaríamos aproximadamente 80.000.000 litros. Con todo, no estaba seguro de que ese volumen alcanzara para mover mi barco. El plan era descabellado pero no teníamos elección: debíamos destruir el muro para intentar escapar con vida de ese pantano infernal.

Continuará…

8 comentarios en “Makraff y los hombres-hormiga (V): «Un plan descabellado»

  1. Marina

    Blopas. No nos dejes con esta intriga. Mientras tanto busco alternativas para destruir un muro y no ser arrastrado con el agua antes de llegar a la embarcaci’on.

  2. Hola Mar. a no desesperar. En breve saldrá la siguiente entrega. El Timor sigue avanzando y el capitán tiene historias para rato. Lo de la gran ola es un buen punto. Pero como dice Makraff al final, descabellada o no, esa alternativa es la única viable para escapar. Salud!

  3. Parece que Kovayashi sale del letargo. Me gustó la idea de las hormigas. Espero que tanta agua traiga sea una bendición pero mucho me temo que necesite de su mejor ingenio para salir del apuro
    Un placer volver a leer tus historias.
    Salut

  4. Hola Micromios! Ojalá realmente salga del letargo. Ya tengo escritas varias de las partes que siguen, así que por un tiempo habrá posts. Eso, por un lado, es bueno porque tenía bastnte olvidado al blog. Por otro lado, también es bueno porque hay que hacer avanzar la historia para que termine de una buena vez. Muchas gracias por leer y comentar, siempre firme al pie del cañón :)
    Blopas

  5. Sergio Mauri

    Es harto evidente que la luna es de queso y que el volcán de chocolate no es recomendable cuando uno está llevando adelante la dieta del Dr. Ravena. Valga esta digresión para dar el inicial puntapié a un comentario que tal vez, y solo tal vez, pueda, en algún futuro lejanísimo, ser tomado como levemente urticante y/o polémico.
    Porque Makraff pareciera pretender ponerse a la altura del Dr., lo cual es, como mínimo, feo. Claro está que nadar por un pantano pestilente es casi como zambullirse en el Río Matanza y que los hombres hormiga son, por así decirlo, socialmente desagradables y que enfrentarlos debe tener sus consecuencias, pero ello no debería darle aires al Capitán. Kovayashi NO puede permitirse compartir su destino de héroe moderno y nacional.
    KOVAYASHI O DEATH!!
    Será justicia.

  6. Querido Mauri. Antes que nada, gracias por leer y comentar. Luego, pasemos al living (con patines, que acabo de encerar). No hay polémica que vaya más allá del mismísimo Ravena cuando le quitó de la dieta a la señorita Hortensia Caputto el postre Royal de chocolate. Porque, vamos, todos sabemos que la luna es de queso, pero nadie está seguro de que la sistemática haga inclinar la balanza ni para el lado del gruyere ni para la quinta del cheddar. Por eso tomaré tus comentarios como lo que son.
    Vamos a lo nuestro, nadie va a venir a querer reemplazar a este prohombre de la clandestinidad y el olvido como es el Dr. Kovayashi. Makraff apenas es un simple propalador de historias de dudoso origen ya que no llevan ni la marca en el orillo ni la certificación orgánica ni la marca registrada ni el código de barras. Tranquilamente podrían ser todas mentiras y nadie se rasgaría las vestiduras ni se tomaría el trabajo de desmentirlas porque sí (o porque no). Yo le pondría todavía varios fichines al doctor y seguiría al pie del cañón porque el final está a la vuelta de la esquina, o de la naesqui, como diría uno que conocemos.
    Abrazo de gol de Aldosivi

  7. Sergio Mauri

    Si el encerado es con Polycera, la belleza para tus pisos, podemos hablar. Ahora bien, si enceramos con querosene, algo se complica, para que negarlo. Pero, puesto que la realidad nos pasa por encima como un tanque Sherman M4A6 con orugas de polietileno incorporadas para un lavado veloz, aboquémonos a un vinito abocado y hablemos de Makraff, que a más de uno le está dando dolores de cabeza cuando no de otros lugares que mas vale no consignar en esta breve, categórica y, porqué no decirlo, sustanciosa reseña.
    Las historias de dudoso origen datan del principio de los tiempos, cuando algún pelandrún pintó en una cueva la cacería de un buey tamaño baño con jacuzzi, aunque en realidad es más probable que no haya pasado de una cabra renga y desnutrida. Vaya uno a saber.
    En pocas y tal vez meritorias palabras, creo que en tanto Makraff pueda certificar la veracidad de sus dichos ante escribano público o mediante declaración jurada, debemos echar un manto de piedad tejida al crochet sobre sus dichos.
    Sin más, saludo a Ud. atte.

  8. Se sabe, querido Mauri, que a los pisos de madera se les pasa gasoil siempre y cuando no te moleste a la pituitaria roja. Si no, avanti con la polycera y los patines. Es muy probable, sin embargo, que el capitán haya «curado» la madera de la cubierta con aceite de lino. Pero sospecho que, eventualmente consultado por ese asunto, respondería que la impermeabilización se llevó a cabo en tierra sumergiendo cada madera individual durante 2 días consecutivos en grandes tinajas oblongas llenas de grasa de sábalo juvenil. Y el secado, a la sombra de los falsos guayabos gigantes que crecen en parches aislados en terrenos altos, lejos del río.

    ¿Metiroso Makraff? Vaya no a saber. Muchas veces la realidad es más atractiva que la fantasía, y no por eso debemos, prejuiciosos, descartarla y denostar al interlocutor. Yo banco a Makraff hasta que me demuestre lo contario.

    ¡Gracias por estar allí y leer y comentar, amigo!

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