Makraff y los hombres-hormiga (I)

Estándar

Esta es una anécdota en partes: la 48ava en la saga del Dr. Kovayashi.

La suerte está de su lado | Makraff y los hombres-hormiga (II) >

Sobre ese punto lejano del sur en el que el cielo cortaba el negro hilo del río, Kovayashi divisó la bruma. No parecía ni tormenta ni humo ni polvareda, era de noche y se hacía difícil distinguir. Pero fuera lo que fuese, tenía el mismo aspecto difuminado, casi mágico, de los sueños que no queremos soñar. Estimó que su altura doblaba la de los árboles más altos y que superaba el kilómetro y medio de anchura. El Timor navegaba hacia esa nube descomunal, por lo que tarde o temprano tendrían que tomar una decisión al respecto. Sin embargo, decidió postergar sus dudas y no molestar a Makraff con un nuevo interrogante, sobre todo después de la charla que acababan de tener. Ya encontraría una oportunidad favorable. Mientras tanto, el relato del capitán había comenzado y no quería perderse ni un detalle.

– «… Se dice que los hombres-hormiga son viejos como el tiempo, que eran altos y de tez blanca. Que de tanto entrecruzarse, su tamaño se redujo apenas a un tercio y que su piel se oscureció al tono de estas mismas aguas.»

– «Depresión por consanguinidad», acotó el doctor, que recordaba el concepto desde sus días de estudiante mas nunca había podido aplicarlo.

– «Llámelo como quiera, doctor, pero por el amor de Dios ¡no me vuelva a interrumpir!», respondió el capitán notablemente ofuscado. «Con el paso de los siglos, los bastardos se han convertido en seres muy peculiares. Los he visto. La mayoría tiene sólo tres dedos altamente especializados para el uso del arco y la flecha, incluso las mujeres. Son como castores, doctor, ocupan tierras bajas y eso los obliga a construir tajamares larguísimos para frenar las crecidas. De otra manera, desaparecerían bajo las aguas. Son salvajes y crueles. No comen carne de ningún tipo, solamente los vegetales que pueden recolectar en la selva, frutas, hojas, brotes. Pero que Dios libre y guarde al humano que caiga en sus garras, le harán vivir el infierno sobre la tierra. En los puertos he escuchado cientos de historias acerca de cómo esos demonios arrancan la piel de a jirones o cómo desangran cuerpos hasta desecarlos. Algunos marineros me han contado que según la estación, a los extraños los mutilan y les hacer crecer sobre la carne fresca unos hongos tóxicos que van convirtiendo lentamente sus cuerpos en masas putrefactas llenas de esporas. Puede preguntar por ahí si descree de mí… Le dirán que nadie que haya entrado en esos dominios pudo jamás regresar con vida. Es decir, nadie excepto este humilde servidor».

– «Sabrá perdonarme, Makraff, pero lo que más me maravilla no es que usted haya salido ileso sino el hecho de que los hombres-hormiga hayan evolucionado al punto de tener sólo tres dedos y manejar como pocos el arco y la flecha. Puesto que, según usted afirma, son herbívoros, es obvio que su supervivencia no depende de la caza».

– «No lo crea, Kovayashi. Uno siempre anhela lo que no tiene, y yo deseaba con desesperación navegar con esos barcos. Ir hasta Europa o África, inclusive. Durante mucho tiempo y a escondidas de mi familia visitaba a los marineros. De ellos aprendí el oficio y de mi instructor los fundamentos de trigonometría y astronomía. Todo marchaba a la perfección hasta el día que llegó, cual maldición, una peste. Fue un soplido voraz, una fiebre devastadora que se llevó la vida de toda la hacienda. Primero cayeron los obreros. Apenas si hacíamos a tiempo de cavar las fosas y echarles una palada de cal. Después les tocó a los marineros y, por último, a mi familia. Usted encontraría lógico que maldijera a aquel día.»

– «¡Absolutamente fascinante! Ahora quiero escuchar toda su historia, Capitán, incluyendo la parte en la que los hombres-hormiga le hicieron esas marcas en el pecho. Pero sobre todo, quiero escucharlo antes de que nos cubra aquella tremenda nube que tenemos al frente, ¿no le parece?»

– «No se preocupe por la bruma, doctor. Póngase cómodo, será una historia tan larga como la noche”.

Continuará…


Versión imprimible -> Makraff y los hombres-hormiga (I)

8 comentarios en “Makraff y los hombres-hormiga (I)

  1. Pingback: BlogESfera.com
  2. Mar

    Quiero una de esas noches en las que me cuentan estas historias!!! Me encant’o el ambiente que has creado. Nada m’as reparador para el Doctor que compartir estos d’ias con Makraff. Hasta se ha olvidado de sus acompa;nantes por lo que parece.

    Espero ansiosa las pr’oximas entregas.
    Marina

  3. Inquietante y atrapante historia la de los hombres-hormiga de tres dedos! Y eso de los hongos en las partes mutiladas, un verdadero espanto. Quiero saber las razones de semejante barbaridad.
    Y, por favor, nada de interrupciones, que todos queremos seguir escuchando.
    Muy bien, Pablo, un placer leerte. Como siempre.
    Abrazo

  4. otherK

    Kovayashi da en la tecla, hay inconsistencias evolutivo-geneticas, un mundo aun inexplicable o charlataneria de Makraff…
    excelente relato

  5. Hola Mar! La noche es larga y puede albergar historias tan increibles como la imaginacion o la memoria de Makraff lo quieran. Es cierto que sus amigos primates estan algo dormidos. tal vez a ellos o bien no les agrade el capitan y prefieran esconderse (los animales suelen tener un sentido especial para detectar el peligro), o esten tranquilos al lado del doctor, escuchando atentamente. Lo que es seguro es que no estan haciendo nada raro. Quien dice que este estado no sea el normal de Kovayashi, mientras que aquel que lo llevo a cometer multiples asesinatos Junto al viejo Scalisi o a Feather y Teller no hayan sido situaciones demasiado forzadas por las circunstancias. Que esperar para su retorno entonces? No lo se ni siquiera yo.

    Salud!

  6. Hola Vivi. Muchas gracias por leer. La historia de los hombres-hormiga tene ribetes escalofriantes si se los mira desde el punto de vsta del doctor. Pero pareceria que para el capitan es algo cotidiano de la vida en la selva eso de encontrarse con nativos enanos de tres dedos, altamente agresivos. Lo mas interesante esta por llegar, y eso es como hizo Makraff para caer en sus garras y como se las arreglo para escapar con vida. Eso siempre y cuando sea todo verdad y no un cuento de este capitan tan peculiar. De todas maneras, es lo que Kovayashi necesita ahora despues de tanta agitacion y clandestinidad: que le cuenten historias.

    Salud!

  7. Other K. El doctor no puede apartar de su cabeza una forma de pensar grabada a fuego en su materia gris, y es el pensamiento analitico. Las inconsistencias le duelen en el cuerpo como una siesta sobre una cama de clavos. Por eso tambien sospecha de que el capitan puede estar mandando fruta, si tambien es verdad que su formacion es superior a la de cualquier persona en esas tierras. Habra que seguir leyendo.

    Salud!

Deja un comentario