Feather & Teller, escritores

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Esta es una anécdota en partes: la 26a en la saga del Dr. Kovayashi.

_ «Acaba de entrar a su casa, parecía ofuscado…»

_ «¿A qué te refieres?»

_ «Verás, tomó nuestra hermosa tarjetita (¡con lo que me costó insertarla entre el marco y la puerta!) y sin ni siquiera echarle un vistazo la arrojó a la calle como si se tratara de una…»

_ «¡¡Shhh!!» interrumpió Feather, acompañando su grosería con un movimiento de brazos. Le agradaban esos golpes de efecto, y paladeaba el silencio posterior con verdadera fruición. Ahora tenía frente a sí a un Teller cariacontecido, por lo que se cuidó de no retomar la charla antes de tiempo. «No lo digas, alguien podría escucharte. El tipo está desequilibrado, lo sabemos pues lo hemos observado de sobra. No importa cuántas tarjetas le hayamos dejado, por varios días se recluirá en su casa. Tendremos que volver a postergar el… ejem… trabajo.»

_ «¡Zambomba! Hablas con la verdad, Heriberto, y por ello te admiro y te detesto al mismo tiempo. De sólo pensar que permaneceremos más días en este barrio, en este piso… Quiero irme. Ya escribimos lo necesario, terminemos ahora mismo el resto y larguémonos.»

_ «Discreparé contigo, amigo Ferdibaldo. Tanto la vecindad como la particular etología de sus habitantes me resultan muy… ejem… seductoras. Además, conoces mi carácter, odio dejarme llevar por la ansiedad. ¡Todo a su debido tiempo! Sugiero que nos relajemos y que continuemos editando el manuscrito.» Y habiendo dicho esto, Feather retornó a su ordenador. Teller, por su parte, fastidioso y con los brazos en jarra, miró el primer cajón de su escritorio y recordó que allí había colocado la 9 mm.

Sin embargo, Feather estaba tan equivocado como rascarse el pie con el zapato puesto, ya que en ese mismo momento el Dr. Kovayashi cruzaba la calle hacia el departamento. Enero había convertido a Sobremonte en un horno solar. Ya no quedaban pastos entre los adoquines ardientes, ya nadie caminaba por esas veredas a riesgo de insolarse o de ser asaltado en soledad. Además, el zumbido de los acondicionadores de aire era intolerable. «Jodido estilo de vida», se lamentó Kovayashi, «cada cual en su cueva hasta el otoño». Su reloj pulsera marcaba las 13:45. No eran horas para andar visitando vecinos, pero ciertamente no le importaba. Acababa de regresar del hospital, donde se había enterado de boca del mismísimo Brontes que cinco días después de aquella visita, Rómulo había partido al más allá, y que si bien no eran cosas de su incumbencia, al día siguiente el cadáver había sido reclamado y retirado por un enano giboso. Sin lamentos ni preguntas, Kovayashi se despidió del médico y enterró definitivamente el asunto de la Sra. W. y su esposo Rómulo.

Cuando Feather abrió la puerta, Kovayashi notó que sólo veinte días sin verlo habían bastado para que olvidara sus rasgos. De todos modos, ambos se saludaron cordialmente como si fueran vecinos de larga data. Escondido tras el cuerpo de Feather, Teller entreabrió el cajón del escritorio.

_ «Permítame presentarle a mi socio: Ferdibaldo Teller», dijo Feather.

Aun para el delicado criterio fisonómico de Kovayashi, el parecido entre Feather y Teller era tan desconcertante como sus nombres. «Saquemos factor común y veamos qué queda», pensó el científico. «Queda un tipo ni alto ni bajo, magro, levemente encorvado hacia delante; cara afilada, frente ancha, nariz cortada a formón, ojos marrones, dientes manchados de nicotina; brazos largos, manos huesudas, sin anillos; pantalones de franela, tiradores, camisa con aureola de sudor; cabello pardo, peinado hacia atrás con grasa. Mocasines negros, sin lustrar.»

_ «En cuanto a mí, puede llamarme Heriberto, Doctor», dijo Feather, y haciéndose a un lado añadió: «¿Se queda, no? Perfecto; el té está recién preparado.»

Kovayashi demoró en responder pero conservó una sonrisa pétrea hasta completar su razonamiento. «Ahora analicemos el tamizado. A primera vista, Heriberto parece más simpático, aunque mejor ser precavido: al darnos la mano sentí que sacudía un arenque fofo. Posee un tic nervioso que lo hace parpadear repetitivamente; posiblemente sea una afección neuronal. Su camisa es blanca a cuadros azules. Luego, Teller es un tipo taciturno, enigmático. No me dio la mano, saludó de lejos agachando la cabeza. Su camisa es a bastones celestes verticales. Su PC está apagada.»

_ «Como le decía, somos escritores», arrancó Heriberto. «Ficción, principalmente. Formamos una buena sociedad, ¿no es así, Ferdibaldo? Puede parecer introvertido, y de hecho lo es, pero el 100% de nuestras historias nacen de su febril imaginación. Es un verdadero genio. Yo sólo oficio de… ejem… abogado del diablo; escribo y edito… son funciones de las que me enorgullezco y que, por otra parte, él sería incapaz de llevar a cabo. Trabajamos por encargo y bajo seudónimo estricto. TV, internet… cosas por el estilo. Por eso nunca oyó de nosotros. No obstante, aquí estamos por algo diferente, alquilamos este bonito departamento para escribir en paz nuestra primera… ejem… novela.» El Dr. pensó que si hubiesen visto el piso en los días de Scalisi, con el olor pestilente, la pascualina momificada en la puerta de la heladera y la ballesta manchada con sangre de pene, eso de bonito habría estado de más.

_ «Para nosotros sería un verdadero honor si Ud., Doctor, leyera esta primera versión», dijo Heriberto mientras apoyaba sobre su escritorio un sobre de papel madera con una inscripción manuscrita: «Kovayashi». El Doctor tomó el sobre y tras excusarse por los efectos diuréticos del té, pasó al cuarto de baño; nunca imaginó cuánto irritó a Teller el hecho de que no preguntara el camino…

La estadía en el recinto sagrado se prolongó más allá de la micción. Por múltiples razones, Kovayashi desconfiaba de ambos. Excepto los consagrados, ningún escritor ignoto alquilaría un piso para escribir su primera novela. Además, si apenas lo conocían, ¿por qué le habían confíado la lectura del manuscrito? Tampoco era normal que le hubieran pasado 40 tarjetas de presentación bajo la puerta. Trabajaban todo el día, mas no interactuaban con nadie, no recibían el periódico, no salían a hacer compras. Era evidente que los movía algún tipo de interés en él, un interés enfermizo. Esta conclusión le erizó los pocos rulos de la nuca.

La culata de la pistola estaba a la misma temperatura que la palma de Ferdibaldo, pero Kovayashi nunca se enteró. Para el momento en que regresó al living, Feather ya se había bebido todo el té y como hipnotizado leía un texto de la pantalla de su PC. Por el grosor del silencio indujo que habían discutido, así que se despidió desde la puerta con un «adiós» inexpresivo, bajó la escalera y escapó a la vereda usando un duplicado que nunca había devuelto. Ya en el umbral de su casa miró hacia el ventanal del 1ro A donde reconoció las dos siluetas tras el cortinado. Agitó sobre su cabeza el sobre de papel madera como reiterándoles cuán agradecido estaba, aunque entre dientes los maldecía y perjuraba quemar ese manuscrito tan pronto le fuera posible.

_ «Fue un error dejarlo ir», masculló Teller mientras guardaba la 9 mm en su cinturón.

_ «¡¡Shhh!!», respondió Feather.

El silencio duró hasta el día siguiente.

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16 comentarios en “Feather & Teller, escritores

  1. Claudia Ibañez

    A pura intriga arrancamos este año, querido Blopas! Ahora me carcome la duda de por qué no deberían haberlo dejado ir…está increíblemente bueno la forma en la que vas saltando de una intriga a otra, sin respiro, dentro de este universo de realismo mágico que te vas creando. Un fuertísimo Abrazo pablo y acá seguimos!

  2. Hola Claudia! Así es, a pura intriga, aunque para mí el año recién va a comenzar cuando logre tomarme las vacaciones. Escribir este texto me costó un Perú, estoy muy cansado. No me quejo de mi 2010, aunque fue demasiado agitado. Heriberto y Ferdibaldo son personajes oscuros, y creo que el Dr., a pesar de su reciente brote paranoico, hace bien en desconfiar. ¿Por qué Teller posee una 9 mm en el cajón? Qué se yo. Entiendo que si no fueran escritores no le habrían dado ningún manuscrito, y que si lo quisieran boletear ya lo habrían hecho. Sin embargo, lo dejaron ir (bueno, al menos Heriberto parece tomarse sus tiempos).

    A mí, personalmente, lo que más me intriga es que ese departamento sigue envuelto en quilombos. ¿Por qué no se mudó allí una parejita de recién casados? ¡No!: ¡tenían que venir dos tipos como F&T a joder la paz! Lo que falta ahora es que a la casa de Rómulo y W. también se muden malvivientes. Lo que es Kovayashi, no le dan respiro, pobre.

    Muchas gracias por estar al pie del cañón, por leer y comentar!
    Saluti!

  3. Marina

    Una nueva pareja temible. Por primera vez siento pena por el doctor. La muerte de Rómulo no le traerá el alivio que espera. Sin yuyos entre los adoquines te seguimos…
    marina

  4. Desde luego, sabes mantener la intriga vigente. Lo que me asombra es que en cada nueva entrega das una vuelta de tuerca más y no se te cae el relato. Me tendrás que explicar tu método.
    Un abrazo,

  5. Hola Mar! ¿Te parece temible esa pareja? ¿Por qué, si son escritores? jejeje

    La cuestión es nadie sabe a ciencia cierta cuál es la esencia de Feather y Teller. Escritores de armas tomar, pistoleros que toman té… Muy raro, muy raro… Tal vez estés en lo cierto y la muerte de Rómulo sea «The beginning of the end…», como le gritaba Ben a Jack en aquel episodio de Lost.

    Los adoquines al sol pueden levantar cerca de 70 grados. Los gorriones se queman las patitas y los pastos se incineran «in situ».

    Gracias por seguir siempre ahí y comentar!

  6. Hola Anne! Intriga en cuentagotas. Ojalá pudiera escribir más seguido. ¿Método? Jejeje, no tengo método. Sólo peleo contra de las leyes de la termodinámica (obviamente, una batalla perdida de antemano): revertir mi desorden, escribir aunque me caiga de sueño, corregir, limar. Qué se yo… si fuera profesional, famoso, tal vez lo pensaría esto del método. Por ahora, me divierto. Está bueno eso de la tuerca. Yo agregaría que más que un tornillo me seduce la imagen de una varilla roscada de longitud infinita. Infinitas vueltas de tuerca.

    Saludos, gracias por leer!

  7. Sergio Mauri

    La lectura de esta nueva entrega amerita concentración y recogimiento extremos. Y en este preciso instante, me es imposible lograr cualquiera de ambos. Es por eso que, luego de volver a leer este texto sin duda enigmático, escribiré el correspondiente comentario, intentando, seguramente sin lograrlo, estar a la altura.
    Brazos mil.

  8. Nos dejó Rómulo y para compensar aparece en escena una pareja de escritores que prometen historia. No sé si son inseguros de su capacidad por enviar 24 tarjetas o estar muy convencidos pero lo cierto es que se han metido de lleno en la vida de Kovayashi y amenazan su tranquilidad. A ver qué nos depara el calor.
    Salut
    PD no sé por qué pienso que Ferdibaldo ha tomado el nombre de «Ferdydurke»

  9. No será Kowalski, pero es Kovayashi. En un punto, las historias pueden resultar grotescas. Pero no, no tomé nada de Ferdydurke. Los nombres de esa pareja de escritores me surgieron, como casi siempre, en un viaje en colectivo. Nombres que suenan antiguos, pero de dos personas actuales; nombres en español, pero apellidos ingleses; nombres parecidos, medio atrabalenguados (?) si se pronuncian rápido. Ellos también son parecidos físicamente, digamos en un 80%. Todo eso me sedujo.

    Lo de las tarjetitas no lo entiendo bien, no sabría decirte qué quieren con eso específicamente. Pero que lo están molestando al Dr., seguro. Es más, él se siente amenazado; por ahora sólo está atando cabos y conjeturas, pero creo que si se demora mucho en eso de pensar, los hechos lo pasarán por arriba. jejeje…

    El calor es pernicioso. Como escritores, Feather y Teller también te lo podrían asegurar. Así es difícil escribir. Pero hay que seguir. ¡en breve más novedades!

    Saludos, gracias por leer!

  10. Sergio Mauri

    Heme aquí, finalmente. De manera irracional, me desperté a una hora desusada, por lo que decidí lanzarme a la lectura de esta crónica digna de José Juan Basavilbaso, hombre de letras que vivió entre 1922 y 1998 en Parque Chas, y plasmó en el papel una obra rigurosa y fantasmal a la que pocos mortales hemos tenido acceso. Un honor, estimado Paul.
    A lo nuestro.
    Sobremonte me recuerda vagamente a la calle Anchoris al 900, vereda par, que en los meses de enero y marzo (inexplicablemente, en febrero el fenómeno decae, para infinito asombro de gentes de ciencia y salames con rostros picados de viruela) hierve hasta los treinta y tres, treinta y cuatro grados, quemando los yuyos interbaldosas, palabreja de reciente acuñación que viene al caso aceitadamente. Suceso que hace que la vecindad toda decida encerrarse en su domicilio, o cruce de vereda, donde hay uno o dos grados menos, dando claras muestras de hostilidad hacia la civilización occidental y cristiana. Algo así como lo que le sucede habitualmente a Kovayashi, aún en crudos días invernales. Un inadaptado de la mejor cepa, el doctor, como ya sabemos.
    Párrafo aparte amerita el dúo Feather & Teller, pareja misteriosa que ha decidido repartir equitativamente sus tareas y que esconde, vaya uno a saber con que espurias intenciones, un arma en un cajón. Si a eso se le agrega que uno crea y el otro escribe y edita, y que uno es locuaz y de maneras un tanto untuosas y el otro es tímido y parco, barruntarse puede que nada bueno saldrá de la infeliz conjunción de ambos con Kovayashi.
    Es también digno de ser notado el hecho de que el doctor, como siempre faltando a las más mínimas normas de convivencia dictadas por diez o doce mil años de decadente cultura, se haya dirigido al sagrado recinto sin pedir permiso, demostrando así un sospechoso conocimiento del inmueble. Una ceja se eleva en el rostro del lector avisado.
    Para finalizar este semi pormenorizado informe, la mirada de Kovayashi a la ventana del 1 A, tras cuya cortina se observasen las siluetas de los personajes que la mente tempestuosa del doctor grabó a fuego con tan solo una sosegada mirada, da lugar al mejor Hitchcock.
    Narración que hunde sus raíces en las procelosas aguas del misterio y, por que no, de la Argentina misma.

  11. Monseñor Mauri. He quedado anonadado por su semi pormenorizado informe, además de haber aprendido nuevos vocablos que, en breve, aparecerán en boca quizás de Feather, tal vez de Teller, a lo mejor del Doctor. Procelosa, por ejemplo, es una palabra muy atractiva. Si se diera el caso de que una oportuna tormenta llegara para hacer bajar la temperatura del barrio, seguramente será procelosa. Es curioso el hecho de que cualquier planta, más allá de la soja, pueda hundir sus raíces en Argentina, país que ya está harto hundido; incluso soterrado, diría.

    Evidentemente, Mauri, Ud. se ha despertado antes de que dieran las 8 AM, hambriento, tal vez, no de literatura sino de varias medialunas de grasa untadas con manteca y una generosa capa de dulce de leche. Estándole vedado el acceso a la heladera, como sé que lo está, y al grito de «a falta de medialunas, buenas son las anécdotas», y viendo que la computadora, por razones lógicas de horario, estaba desocupada, se abalanzó sobre el teclado para devorar párrafos y más párrafos. ¡Excelente! Buena elección para el hombre saludable.

    Nunca había oído nombrar a la, obviamente impar, calle Anchoris. Es probable que su existencia se deba a la conjunción de un piquete en las avenidas cercanas, al cambio de mano de Arenales, al extraño plan de asfaltización de Mauricio, y a un espejito que cayera de la cartera de una señora cuando el punga salió a toda carrera. Ciertamente, parece ser también esa una calle apta para las aventuras del Dr.

    Párrafo aparte para Heriberto y Ferdibaldo, nuestros nuevos ¿amigos? que andan detrás de Kovayashi con, probablemente, oscuras intenciones. Usted, Mauri, menciona la palabra espurias porque, apostaría $2, sospecha que son falsos cual trece de copas. Yo agregaría que sí, pero también que no. Un certero aunque desteñido en parte le sentaría bien a la situación. ¿Por qué? No deben quedarle dudas de que a pesar del arma en el cajón ellos son verdaderos escritores. El manuscrito en poder del Doctor es prueba fehaciente. Ya nos enteraremos de qué se trata cuando Kovayashi haga lo que tiene que hacer y su espíritu recobre la paz suficiente como para sentarse a leer esas páginas.

    Y habiendo dicho esto, me despido con especial deferencia: ¡un brindis con agua, amigo Mauri!

  12. Sergio Mauri

    En épocas mejores, solía quedar anonadado por lo menos unas dos o tres veces por semana. Eran tiempos donde cundía el alfonsinismo por doquier. Qué días esos!!
    El vocablo «proceloso» tiene, en efecto, un no se qué burbujeante, festivo, digamos, que estalla en la boca de quien lo dice. Una palabrita re simpática!!
    En cuanto a Argentina, las raíces se hunden hasta casi el verneano centro de la tierra. Así es como está inamoviblemente clavada a su destino triunfal.
    Es verdad que me he visto obligado a madrugar, aunque las razones admiten infinidad de variantes. Detallarlas en estas líneas sería, quizá, embarazoso. Y con el precio de los pañales…
    El hombre saludable de hoy es el hombre amargado de mañana. Y de pasado. Ni hablemos de la semana que viene. Habrá que esperar los dichosos resultados. Dichosos? Dije dichosos? Ja.
    Heriberto y Ferdibaldo tienen un tufillo misterioso, sin duda. Si yo fuera Kovayashi, tal vez me olisquearía algo, aunque creo que me adelanto a un ser excepcional.
    Que la fortuna sea con usted, Paul, friend!!

  13. Nunca tan equivocada, según mi leal saber y entender, la frase «Argentina está condenada al éxito». No sólo equivocada, también impresentable como el que la dijo en aquellos procelosos días.

    Confiemos en que sean dichosos, y que cada día por delante sea mejor que el presente.

    Ojalá que la fortuna nos alcance a todos.

    Gracias por el comment, y quedo a la espera de ¿Komplicada?
    Abrazo diet

  14. Juana Santana

    Pablo, que tal? Soy Juana, amiga de Mauri, Sergio, DNI. Nº bs.bsbs.bsbs, nacido en el siglo XX.
    Groso lo tuyo.
    Te lo quería decir.
    Saludos a la flia.

  15. Hola Juana. Un placer tenerte por acá. Gracias por el elogio y sentíte libre de revolver las bateas. Hay cosas allí que mucho tienen que ver con lo último publicado. Y muchas otras que poco se relacionan, pero no están tan mal. Algo me habló Sergei ¿vos sos la que escribís? podrías postear tu dirección así entramos. Saludos a tu familia también.

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