Breve regreso al hogar

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Esta es una anécdota en partes: la 12a en la saga de la Señora W. y también la 23a en la saga del Dr. Kovayashi.

Rómulo despertó varias cuadras antes de que el taxi llegara a Sobremonte. Para sorpresa del chófer, los ruidos que provenían del baúl no atemorizaban a la mujer. Muy por el contrario, parecían despertar en ella un sentimiento de compasión, como si hubiera olvidado que el monstruo ahí encerrado había estado a un tris de mandarla al más allá. El tachero, que no se destacaba por sus luces, concluyó que Rómulo no era el único chiflado en el taxi, y de no haber sido porque el viaje estaba a punto de terminar, los habría obligado a bajar en cualquier esquina. «Además, todavía no sé quién me va a pagar el viaje», pensó, y pisó el acelerador. Un oscuro presagio cubrió súbitamente el parabrisas del taxi como un baldazo de tinta: acababa de entender que los problemas aún no habían terminado.

Sobremonte lucía extraña ante los ojos de W. Solía ser una calle tranquila, pero esa tarde mostraba una agitación anormal que ella no supo, en principio, a qué atribuir. Lo primero que notó fue una gran camioneta estacionada frente a su casa, y como había un automóvil detenido frente al chalet del Dr. Kovayashi, el taxi debió buscar un lugar sobre la vereda opuesta. Unos metros más allá del edificio del finado Scalisi, la Señora W. también divisó un camión de mudanzas con un par de peones que de su interior extraían lámparas, escritorios, sillones y demás muebles de oficina. Al salir del taxi, W. descubrió que el ventanal de Scalisi estaba abierto, al igual que la puerta del edificio, y que al lado de la misma, sobre la fachada de mármol, un hombre de traje colocaba una placa de bronce.

No bien el motor del taxi se detuvo y el tachero y la Sra. W. abrieron el baúl para dejar salir a Rómulo, el mismísimo Dr. Kovayashi salió apurado de su casa y fue a su encuentro cruzando la calle con largas zancadas. Acaso fuera el aspecto de Rómulo, con sus facciones desencajadas, cubierta su cabeza por costras de sangre y con un abultado chichón en la nuca, lo que previno a Kovayashi de saludar a la pareja con efusión. El taxista volvió a sorprenderse de la calma que mostraba Rómulo, quien mansamente se dejaba revisar la cabeza por el Dr. Juzgó, entonces, que ese era el momento ideal para facturarle a alguien ese costoso viaje, y si bien lo intentó, fue ignorado por todos los presentes. Personajes y acontecimientos llamaron poderosamente la atención del hombre de la placa de bronce, que se volvió hacia ellos como para presentarse. Mientras tanto, un segundo hombre de traje vigilaba la calle y acomodaba cajas en el balcón del primer piso.

_ «Al menos por fuera está todo bien, Rómulo», lo calmó Kovayashi, aunque con la mente puesta en otras cuestiones. El Dr. observaba con atención el movimiento en la casa del matrimonio. Puertas y ventanas estaban abiertas de par en par. Dos muchachos entraban y salían con todo tipo de objetos, y la gran camioneta estacionada frente a la casa parecía estar repleta. Más allá, disimulados tras el tronco grueso de un plátano, dos hombres acechaban. El primero era un hombre más o menos bien vestido, con una melena entrecana y sucia peinada hacia atrás, y con una llamativa cara de hamster. El segundo era Daibushi.

_ «¡¡Nos vacían la casa, Rómulo!!», gritó W., y todos salieron corriendo hacia allí. La Señora W. apenas dirigió una breve mirada al mago y continuó hacia el interior de su casa. Pero Rómulo, el taxista y el Dr. Kovayashi interpelaron con agresividad al mago, quien por única respuesta declamó: «Vuestra estupidez e ingenuidad no dejan de asombrarme. Les permití ingresar al dominio de la magia, ¡mi dominio! Los guié a través de los senderos para que sanaran de sus pesadillas, les concedí la posibilidad de ver el futuro, ¿no es así, Rómulo?, y hasta coquetearon con la inmortalidad. Les he hecho reconocer sus miserias y les he provisto de las mejores herramientas para continuar viviendo en la realidad. Sin embargo, abandonaron el tratamiento por la mitad… ¡Qué deshonor! ¡Qué ofensa!» Rómulo y el resto no cabían en su asombro. Y Daibushi continuó su discurso, cada vez más vehemente y amenazador: «Ahora ha llegado el momento de cobrármelas todas juntas, y el precio que he fijado incluye absolutamente todas sus pertenencias, que ya he tomado y vendido al señor anticuario aquí a mi lado.»

La ira no le permitía a Rómulo pensar con claridad, ni evaluar alternativas, ni prever consecuencias. Era un toro ciego abalanzándose contra el mago con la esperanza de zaherirlo o, si le era posible, matarlo. Pero la carrera fue menos corta que inútil puesto que Daibushi, el que a todo se anticipa, aguardaba tal arremetida. Cuando tuvo a Rómulo a su alcance cargó sobre él con las manos en punta cual bayonetas, golpeándolo en el pecho y en el cuello; y si bien el atacante era aún joven y fornido, un codazo vertical sobre las cervicales terminó por hacerlo caer como un muñeco de peluche desde una repisa. A los asombrados testigos, la suerte de Rómulo se les atascó en la garganta como una bola de pelos, y algunos hasta lo dieron por muerto. Sin embargo, Rómulo aún vivía. Había quedado tendido en una posición extraña, de costado, arqueado hacia atrás y mirando hacia su casa. Todos se conmovieron por la mueca en su semblante, una mueca que erradamente asimilaban a un dolor insoportable. No podían saber que a causa de los golpes el cuerpo de Rómulo había perdido la sensibilidad; estaba adormecido y ni siquiera notaba que Daibushi había pisado su cuello y lo apretaba contra las baldosas.

_ «Debería quebrártelo por imbécil…», gritó Daibushi con la mirada clavada en el pollo que le acababa de acertar en la cabeza al indefenso Rómulo. «Y agradecé que te dejo la casa…»

En ese preciso instante, la Señora W., que había revisado toda la casa, apareció en la puerta. «Dios, ¡qué bonito es mirarla!», pensaba Rómulo desde el piso. «¿Qué me importa no ser inmortal si estoy su lado? Me comporté como un pendejo, pero ahora entiendo lo hermosa que es la realidad. Cuando me ponga de pie y todos se hayan ido a sus casas correré hacia W. para abrazarla. Empezaremos de nuevo, lo sé. ¿Por qué no me habré sentido así de feliz antes? ¡El pecho me estalla de amor!»

Mientras tanto, Kovayashi y los demás presenciaban una situación bastante diferente y difícil de comprender. La Señora W., estática y sin parpadear, había comenzado a balbucear desde la puerta. «Algo raro le pasa a esa mujer», aventuró uno de los hombres de traje. «¡Tiene sangre en los ojos y en las orejas!», pensó con horror el taxista. «Es el momento de liberar a Rómulo», se dijo Kovayashi, que todavía utilizaba el sentido común.

_ «El relicario de… mamá» fue lo que último que ella dijo antes de que su cerebro estallara como una ojiva nuclear dentro de su cráneo y se convirtiera en foie gras. Así se lo había dicho Micaela, y así sucedió. La Señora W. cayó muerta sobre un cantero con yuyos.

Fue en ese momento cuando todos los hombres unieron sus fuerzas para terminar con Daibushi. Pese a que sus físicos daban lástima, en su interior se sentían parte de la infantería napoleónica en Austria. «¡Guarda!», resonó el aviso de anticuario mientras subía con sus ayudantes a la camioneta. No era desconfianza en el poderío del Maestro, sólo cobardía. Kovayashi iba al frente. Detrás lo seguían el taxista y los dos hombres de traje, menos comprometidos pero solidarios. Todos llevaban sus puños cerrados y los ceños fruncidos. «Qué locura», comentaban los peones de la mudadora en la vereda de enfrente, a los que se había sumado Jorgito tras abandonar el puesto de diarios. Ninguno de ellos habría de participar en la trifulca.

Con la velocidad del rayo y el interés del ladero servil, El que era el Cardo de Flores, que hasta ese momento había permanecido al margen, atravesó la calzada con ágiles giros acrobáticos. Los hombres enfurecidos no le dieron mayor importancia a la llegada del homúnculo y apenas percibieron la sonrisa del mago. Entonces, El que era el Cardo de Flores abrió la bolsa que llevaba y una bruma espesa cual excremento de marsupial cubrió la calle Sobremonte. Kovayashi y el resto debieron frenar en seco su carrera pues no veían mas allá de sus narices. Con el paso del tiempo la niebla se fue desvaneciendo como los ánimos de la tropa, y para cuando las formas recobraron sus siluetas, la calle ya estaba desierta. Daibushi, El que era el Cardo de Flores y el anticuario con sus ayudantes se habían mandado a mudar. Todo estaba quieto y en grave silencio, excepto por el murmullo de Rómulo que llegaba desde el piso. ¿Sería consciente de lo que había sucedido? Sólo Kovayashi podía entender aquel lamento casi imperceptible: «…w…. w….. w…»

Recién a las diez de la noche, Sobremonte volvió a la normalidad. La mudanza de los nuevos vecinos había finalizado y Jorgito y el taxista se habían escapado entre las sombras. Ambas veredas estaban ya despejadas y minutos atrás se había retirado el último de los patrulleros. Una primera ambulancia embolsó el cadáver de la Señora W. y lo llevó a la morgue. Una segunda se lo llevó al pobre Rómulo de urgencia al hospital público de la zona. Por su parte, el Dr. Kovayashi, incapaz de pronunciar palabra alguna, se hizo cargo del papelerío que le requirió un oficial de policía antes de clausurar la casa de sus infortunados vecinos con fajas y carteles. No bien Kovayashi hubo colocado la llave en la cerradura de su casa, escuchó un rumor a sus espaldas. Convencido de que ya nada podía sorprenderlo ese día, se dio vuelta. Eran los dos hombres de traje que pretendían terminar de presentarse. La conversación fue mínima y desanimada, aunque quedaron en encontrarse al día siguiente para charlar mejor. Al retirarse le dejaron una tarjeta en la que figuraba la dirección del departamento de Scalisi, y en el encabezado una intrigante leyenda en grandes letras negras:

HERIBERTO FEATHER & FERDIBALDO TELLER
Ficciones S.A.

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10 comentarios en “Breve regreso al hogar

  1. Sergio Mauri

    En el siglo XVII existió en Brno un hombre que logró evadir la berretez natural en todo ser humano.
    Será el Gran Daibushi descendiente de aquel checo sofisticado?
    Ah, interrogante de aquellos, sin duda!!
    La primer pregunta, tal vez equivocadamente obligada, es: quien le garpó el viaje, por fin, al tachero?
    En otro ítem, la calle Sobremonte va de sobesalto en sobresalto. A la batahola reinante, la confiscación compulsiva de los bienes terrenales de la ex pareja, se agrega ahora, en una acrobacia literaria sin precedentes en lo que va del actual siglo, la muerte violentísima de la nunca bien ponderada Señora W.!!
    De ahí lo de ex pareja, ya que Rómulo acumula, día tras día más y más motivos para querer desgraciar definitivamente a ese coloso de Rodas llamado Daibushi.
    Dignas de elogio son los repentinos regresos de Jorgito y de Kovayashi. Ni hablar de la siempre requerida presencia del que era el Cardo de Flores!!
    Que nuevo vericueto se abre a los pies de la intrigante pareja que, como por arte de birlibirloque, se corporizó ante Kovayashi?
    Una infernal cabalgata a través de variopintos paisajes es esta propuesta, evidentemente.

  2. Sergei Adrianenko. Si Daibushi fuera descendiente, la mezcla de sangres necesariamente debería ser brutal. Ahora bien, lo suyo tiene lógica, si se quiere. Recordemos que W. se le metió de prepo en sus dominios sin ni siquiera llamarlo para pedir turno. Y luego comenzó el tratamiento sin ni siquiera haber acordado un precio. Y hasta le enchufó a Rómulo como peludo de regalo. De no haber interrumpido la terapia quizás hasta le habría salido gratis. Pero la cortó por la mitad e hirió la magnanimidad del mago, quien, entiendo, ya estaba podrido del dorima. Digo yo: ¿te parece que el precio fue tan elevado?
    Por su parte, la Señora W. ya estaba sobre aviso: en cualquier momento le podía estallar la cabeza. Se lo había dicho Micaela. No le dio pelota a la hija de Daibushi… y bueno, ¿qué querés, viejo? En fin, ahora ella es cadáver y quizás Rómulo también lo sea en breve. Pero si se llegara a salvar y no quedara tullido en silla de ruedas (como le había mostrado Daibushi en la bruma del ex-Cardo) tal vez esta historia no termine aquí.
    Lo de Jorgito y Kovayashi me pareció simpático, y, además, necesitaba de ellos porque los conocían a Rómulo y W. y no conocían al mago.
    Heriberto y Ferdibaldo se suman a la calle Sobremonte cual Kechum a las huestes del Dr. Neurus.
    Al tachero le ganaron por cansancio y prefirió escaparse. Nunca se dio cuenta de que su batalla estaba perdida antes de comenzar. Ninguna persona en su sano juicio (ni hablar de Rómulo y W.) pagaría un viaje en tacho de $2500. Abrazote!

  3. Concha Huerta

    Cuanta imaginación en este texto que enlaza con los anteriores. Imaginación y saber hacer que nos desvelas con cada entrega. Espero la próxima. Un saludo

  4. Hola Concha! Muchas gracias por el comentario. Para ser sincero, aún no tengo idea de para dónde me llevará la historia. Apenas tengo una idea que involucra a Feather & Teller, y otra que va por el lado más oscuro del anticuario (retomando un hilo que dejé colgado hace más de un año). ¡O quizás algo que las enlace a todas! Aunque tengo una enorme facilidad para complicarme gratuitamente, esta última opción es riesgosa y puedo quedar empantanado en el medio.
    Veremos, veremos, después lo sabremos ;-)
    Saludos!!

  5. Una lágrima, que alguna pesadilla perdida dejó caer, es un triste epitafio para W. Tanto viaje tanto sufrimiento para quedar convertida en lata de foi. Los motivos del destino para salvar lo que luego tira sin reparos son inescrutables.
    Temo lo peor para Rómulo aunque con la magia nunca se sabe.
    Salut
    PD: HERIBERTO FEATHER & FERDIBALDO TELLER (había leído taller y pensé en reparaciones de plumas y cosas así)

  6. Pobre W., ¿no? Tal vez no merecía semejante final. Pero es verdad, los designios del destino son inescrutables. Tengo la impresión de que la magia se va a ausentar por un tiempo, que ya ha hecho demasiadas macanas. Pero le tengo fe a Rómulo. Incluso, él mismo había accedido a una imagen de su propio futuro (en silla de ruedas, tullido). No es un futuro auspicioso, pero al menos parecería que va a sobrevivir. Me has hecho pensar que si esto sucede así, la vida de Rómulo se transformará en una pesadilla. ¿Qué pasaría si regresara al dominio de la magia por una curación? Queda picando para 2011, jejeje.
    En cuanto a Heriberto y Ferdibaldo, ya veremos qué les toca vivir en Sobremonte. Esa calle está peligrosa. Dicen que cuando suceden cosas como las narradas, la parca no se va hasta que no se lleva a cuatro (las puntas de una cruz).
    Saludos y gracias por leer!!

  7. Que tristeza más grande, que desconsuelo, se me caen las lágrimas (incluso tuve que parar de leer para sonarme los mocos). Final a todo culo, como se dice finamente. Tardé un poco en ponerme al día pero llegué. Creo que esta noche no voy a dormir, temeroso de que se me aparezca El que era ETC, y me embrume en mierda de mono.
    Hasta siempre, W! Sostiene, Rómulo!

  8. Hola MX. Debo confesar que no pude escribir ni una letra más desde que publiqué esta entrega, en una especie de duelo incomprensible por un personaje que a mí mismo me resultaba difícil de tolerar como W. Estando Rómulo en el hospital y el mago y su ayudante vaya a saber dónde, podemos decir que esta saga ha concluido. Ojo, 100% seguro de que no será la última vez que Daibushi aparezca. Ya tengo pensadas ciertas andanzas para 2011.
    Por ahora, Heriberto Feather y Ferdibaldo Teller enletran (ya que no encarnan) a los nuevos personajes. ¿Serán buena gente? ¿Se harán amigos de Kovayashi y los vecinos? ¿Se repondrá Rómulo? ¿Qué habrán ido a hacer Feather & Teller a la calle Sobremonte? Por ahora parecen bastante gentiles y solidarios, aunque pienso que como carta de presentación, todo ese bolonqui en la calle les vino como al dedo como anillo al Señor. Sobre todo si no fueran «trigo limpio» … jejeje. Un abrazo desde la sequía literaria temporal.

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