Dos guitarras y un cajón peruano

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Y un día nos pusimos camperos con el Sr. MX y salió este post en colaboración. Por supuesto, también está publicado en su blog «cuento * chino». Es una gran oportunidad para que dejen comments en ambos blogs, o bien para que nuestros respectivos lectores se «entrecrucen». Ojo, esto es sólo la punta del iceberg ¿qué opinan?

Tercera entrega de la saga del Gringo y la Lucecita, escrita en colaboración con el Sr. MX y publicada también en su blog cuento * chino. ¡Visítenlo!

Por las dudas, la siguiente entrega ya está publicada: Tinta fiera ¡No se la pierdan!

«No joda, Gringo, usté estaba ahí arriba… ¡Dígame qué vió, carajo!» La orden hizo temblar las paredes de la comisaría, hartas de olor a yerba y cigarrillo. El Gringo colgó los ojos de la nada y se cuidó de abrir la boca hasta no haber repasado mentalmente una vez más las imágenes de la noche anterior.

Temprano supo caer al baile ese nuevo peoncito, el Lorenzo. Apenas conchabado en la estancia ya tenía ganado un lugar entre las cejas de unos cuantos, meta andar hablando cosas y cosas que poco tenían que ver con el campo, siempre nos venía con ideas raras que no entendíamos del todo pero que por ahí nos dejaban pensando un rato. Entre esos que lo miraban de reojo estaba Barzola, el capataz. Tipo duro Barzola. Nos llevaba con mano firme. En la ronda de cimarrones de cada tardecita, el Lorenzo se ponía a hablar, parecía un cura, hablaba mucho y no se fijaba, no se medía. Algunos ya lo tenían como un bocón y le escatimaban la charla; y para cuando entró a bandearse y a opinar demasiado, el propio Barzola zanjó la cuestión. Mal negocio eso de andar cuestionando, y menos a él. «Pa’ pensar está la ciudad, acá se trabaja callado», lo había advertido el capataz, y yo, en secreto, estaba de acuerdo. Nunca he sido de andar vigilando los asuntos del patrón, que Dios me lleve los dedos antes, pero el Lorenzo se estaba pasando. Además, ya le había echado el ojo a la Lucecita…

Yo lo vi entrar, y a la media hora de empezar el baile, entre aburrido y ansioso, Lorenzo ya se había acomodado en un rincón del patio. Parecía una estatua. A lo mejor no entendía demasiado la manera de divertirnos que tenemos por estos pagos. Tan gris estaba, tan opaco, que aun cuando no hubieran estado borrachos, los que bailaban no habrían notado su presencia; seguían girando por toda la pista, bañados en sudor. El piso de tierra se había hecho un remolino que se metía en ojos, bocas y sobacos sin pedir permiso. Sobre una tarima improvisada con tablones y caballetes los músicos amenizábamos la velada desgranando chacareras, valsecitos y zambas; siempre que había algún festejo nos enganchaban a nosotros para tocar. El Zurdo le daba a las bordonas como para el campeonato, y las dos guitarras sonaban casi afinadas; pero eso a nadie le importaba. Y anoche además trajimos a Pichón, el sobrino del Zurdo, un colorado entusiasta que le pegaba al cajón peruano como si fuera lo último que hiciera en su vida. ¡Tenía las palmas más rojas que la cabeza! Nos complementábamos de maravillas, a veces en tiempo y todo. Taba lindo el asunto, música, vino, empanadas, y todos contentos. Tanto que al ratito nomás ya se notaban los estragos del alcohol, las risas, los alaridos descontrolados y los turbios aromas del festejo. Y eso que recién estábamos entrando en calor. La Lucecita, la hija de Barzola, revoloteaba de lo más alegre con su pollera colorada. Estaba linda la Lucecita anoche. Es linda. Si no fuera la hija del capataz… Siempre bien dispuesta pa’ lo que fuera. Por lo bajo, las malas lenguas decían que le gustaba demasiado recostarse en los pajonales. Yo no sé, no hay que andar averiguando mucho de cosas que no son de uno. Y además quién es uno para andar juzgando, ¿no?. Yo la veía andar oronda por el patio, repartiendo empanadas y revoleando las trenzas con simpatía, a veces haciendo unos pasitos al ritmo que le marcábamos nosotros desde la tarima; cosechaba miradas a granel, pero ninguno se animaba más que a destinarle una sonrisa tímida, porque la ubicación es lo primero que se aprende por estos pagos. Eso y el respeto a Barzola. Sin embargo la Lucecita parecía muy interesada en Lorenzo; le bailaba cerquita, le hacía ojitos y le llenaba el vaso a cada rato pa’ no perder su atención, la muy zorra. Yo la miraba desde arriba. La verdá, no me explico qué le habrá visto al jetón ese, si no era gran cosa. Lo único que hacía era parlotear y chupar…Tendrá que ver con que parecía más tiernito que los demás, no sé; o por ahí le había llenado la cabeza a ella también con esa cantidad de palabras raras que conocía… En fin.

Volaban los dedos del Zurdo sobre un arpegio imposible, y yo forzaba la voz en el arranque de «Tristeza del hombre solo» cuando el tinto le aflojó la moral al Lorenzo y lo dejó abandonado a la buena de Dios. Se le metió el Diablo, como quien dice, ¿no? En un tiro tuvo a la Lucecita amarrada por la cintura, frentes y pechos bien juntitos. Ella ni protestó, eh. Parecían como envenenados bailoteando así por todo el patio. Recuerdo el momento en el que el colorado cerró los ojos y se despachó con un endemoniado solo de cajón fuera de ritmo. Fue justo mientras nosotros taconeábamos con fuerza en los tablones para disimular los pifies cuando el Zurdo me cabeceó para indicarme el paso firme de Barzola que avanzaba a los empujones entre la gente, con la mirada fija en la parejita y un bulto disimulado en la cintura. Supe que la Lucecita lo había visto llegar cuando se frenó en seco y dejó de bailar. Y ahí casi se me corta la voz, pero seguí con el estribo sin sacarles la vista de encima. Pichón seguía meta repique y el Zurdo me miraba como preguntando qué hacer. Cuando llegué al último verso, «…cerrar los ojos en mis noches de perpetua soledad…», Barzola, cegado, enfurecido, en un solo movimiento manoteó a la Lucecita, la sacó del medio y se le encimó al Lorenzo. Desde la tarima parecía un abrazo, un simple cambio de pareja. Hasta me pareció que Barzola le decía algo al oído, pero un reflejo raro me dio en los ojos y no vi bien que pasó. En medio del estruendo percusivo del colorado y de nuestro empeño para que la música nunca parara, los hombres se separaron sin dejar de bailar. Y ahí mismito, el Lorenzo comenzó a temblar como un poseído, chocando con todo lo que se le cruzaba. Algunos de los borrachos lo festejaron, quizás pensado que estaba disfrutando del baile, pero cuando los dientes le estallaron contra el suelo muy pocos sonrieron. La sangre abandonó el cuerpo del muchacho por un tajo en su costado, y a la Lucecita se la llevó el padre a los tirones. En silencio guardamos las guitarras y nos fuimos pa’ la estancia.

No había lugar para el lamento.

Me va a disculpar, comisario. La verdá que no vi nada…, dijo pausadamente el Gringo con su voz clara de tenor campero y los ojos clavados en el bigote reglamentario del oficial. Una vez terminado el interrogatorio se alejó por las veredas empastadas del pueblo, silbando entre dientes una zamba nueva para el repertorio.

 


Versión imprimible -> Dos guitarras y un cajón peruano

14 comentarios en “Dos guitarras y un cajón peruano

  1. epselente, acsolutamente epselente la iniciativa. creo que da para más, me gusta el proceso q usaron, y me alegra tantísimo que junten cabezas…
    soy fan número 1.
    abrazo, albricias y augurios.

  2. Bueno, sí. O sea, el mérito es del equipo. Uno siempre busca poner su granito de arena, pero el mérito es del equipo. Y de esta gente que nos sigue, que realmente es maravillosa ;-)

  3. Hola g. Gracias miles por el apoyo. Como le decía a MX, en realidad el texto publicado es una especie de promedio, un texto al que ninguno hubiera llegado trabajando solo, pero que se enriquece con las ideas puestas en conjunto. Y digo «pero» porque el que escribe, y vos lo sabés, vive en una isla desierta solito con su cuento, y es imposible no enamorarse de él. La experiencia conjunta (bah, vos también la conocés) permite destruir, erradicar una parte de ese ego maligno, ablandar un poco las circunvoluciones. Ojalá la cosa funcione. Un abrazo!

  4. Mar

    Tomo la oportunidad para que sigan o siga así. Siento que al gringo lo vamos a ir conociendo de a poco. Gracias por compartir su intimidad

    Si bien no puedo explicarlo al leerlo encontre un homenaje a la historieta argentina, a Trillo. Dónde llegarán?
    Marina

  5. Hola Mar! Gracias por estar ahí, leer y apoyar. En efecto, el personaje de ‘el Gringo’ todavía es desconocido, apenas sabemos de él unos detalles (nada triviales, por cierto). Yo creo que es un buen tipo, y guarda la tosca que no hay que perder de vista al resto del trío y al capataz. Ojalá podamos ir haciéndolo crecer en futuras entregas. El tema es si ustedes, los lectores, quieren que este post se transforme en una saga en entregas cada tanto. Porque, como dice Luis Pescetti, está claro qué espera el público del artista, pero no está tan claro lo que el artista espera del público. Los autores estamos entusiasmados por seguir elaborando textos en conjunto. Este post podría llegar a ser, como decimos por ahí, sólo la punta del iceberg.
    Lo de Carlos Trillo es cierto. Yo sabés que él fue una persona muy importante para mí, más allá incluso de sus historietas y personajes. A esta altura lo llevo incorporado y siempre que escribo lo tengo presente. Fue una pérdida inmensa y se lo va a extrañar.
    Salud!

  6. No sé que tanto por ciento le corresponde a cada uno porque el ensamblaje es tan bueno que parece escrito por una sola mano. Muy buena idea y mejor resultado

    Salut
    PD:Si es porque el público lo pide, ya pueden seguir escribiendo.

  7. Hola micromios! Es raro eso de los porcentajes. Yo tampoco lo sé realmente, y creo que no nos hemos fijado en ese aspecto. Es más una cuestión de meterle para adelante. Pero creo que sí, que el ensamblaje salió bueno. Por sobre todo, es algo divertido y nos permite escribir cosas diferentes de las que cada uno viene escribiendo por su lado. En como un ‘side project’ bloguero, y creo que seguiremos escribiendo hasta que la fama, la fortuna y la gloria nos pidan por favor que las dejemos de molestar ;-)
    Gracias por leer!

  8. Concha Huerta

    Que buena idea acoplar cuatro manos para este relato. La idea de experimentar otros registros me parece fantástica. Todo sea por la creatividad en la nube. Un saludo

  9. Hola Concha. Ojalá la creatividad se vaya a las nubes (jeje, chiste tonto). Veremos cómo sigue, es un ejercicio excelente y, ante todo, divertido. Creo que en breve habrá más noticias de los caminos del Gringo y la Lucecita. Stay in tune!
    Gracias por pasar por acá y dejar tus impresiones!

  10. Sergio Mauri

    De manera harto entusiasta súmome a la avalancha de admiradores que, es de esperar, no aplaste a este brillante dúo. Un relato sin aristas filosas, claro, prolijo, ameno. En suma: pipa.
    Ahora bien, Lucecita va a tener que hacer algo con ese vigilantazo que el destino le incrustó por padre. Y a ese Lorenzo, le pasó por bocón. Es sabido que en el campo hay que observar antes de hablar y/o hacer. Y el Gringo hizo bien. Por lo general, hacerse el otario garpa.
    Abrazos miles!!

  11. Sergei! Ya extrañaba su presencia por estos pagos, y ahora más que nunca ya que nos hemos puesto telúricos con el amigo MX. Lo que decís es correcto, vas previendo por dónde irá la cosa. Lo lamento por usted, pero a este campo le faltará un cardo, el de Flores. Sabrá Ud. disculpar. Ya retornará Daibuishi algún día.
    También es cierto que el Gringo, hasta donde sabemos, hizo bien. A la cana no hay que soltarle prenda. Dejemos que este peón guitarrero arregle sus entuertos a su manera.
    Abrazo, y gracias por estar ahí!

  12. Blopas, debía una visita por aquí.
    El relato es genial, me salió leerlo imaginando la tonada tierra adentro de los protagonistas.
    Humor criollazo escrito con excelencia.
    Felicitaciones a los dos autores !!! Mita y mita ;)

  13. Hola desatormentando. Qué suerte que se las arregló para pasar por acá. me alegro mucho de que le haya gustado. Creo no equivocarme si digo que mi socio y yo pensamos con esa misma tonada mientras escribimos. Es más, así voy entonando los párrafos en mi cabeza cuando pienso las entregas siguientes. Incluso el otro día le hablé medio campero al chino del súper. Es la primera vez que escribo así, medio telúrico. Creo que se nota, pero uno hace lo que puede, como siempre. Igual, siempre es recomendable leerse un «Don Segundo Sombra» o un «Santos Vega».
    Gracias por venir, leer y comentar!
    Hasta la próxima.

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